12-12-2008, anécdota real:

Un día, hace quizá más de una década, mi madre me pidió que guardara las chapas de las latas de refresco, para dárselas a la hija de alguna amiga suya. Esta chica las reunía porque alguien le había dicho que le habían dicho que por ahí se decía que por cada kilo de anillas que una sola persona llegara a juntar... la ONCE realizaría, a cambio, la donación de una silla de ruedas (¿recordáis ese rumor?)... Cuando al mes llevaba unas 100 chapas en mi haber, pensé "a ver, ya que estoy haciendo el tonto de esta manera, al menos voy a hacerlo por mí", y me quedé las chapas yo. Y no sólo eso, sino que ya demasiado tarde, y ya había adquirido el hábito de guardarme en el bolsillo, casi por inercia, las chapas de cada lata que yo bebía, bebían los demás, o -incluso, durante una enfermiza temporada- veía en el suelo. Se hizo popular mi excentricidad, y ya sin ni siquiera pedirlo, la gente me dejaba abrir sus refrescos para que me quedara con las anillas, o incluso me obsequiaban -los mejores amigos y camareros- con puñados que ellos mismos habían reunido. Y así se inició la más absurda de las colecciones, donde cada chapa es igual a cada chapa; y una colección donde todos los elementos son iguales... no es una colección, es un montón de ponzoña. Por eso, cierto día, al reparar años después en el volumen que había alcanzado el susodicho montón, me replanteé su existencia (además de la mía propia) y decidí encontrarle un sentido a todo aquello... o dejarlo para siempre. Así que a la ONCE que llamé, con hilariante resultado. Yo que había estado perdiendo el tiempo con aquello durante los últimos años, vi por un momento la remota posibilidad de que aquel probable bulo de la silla de ruedas... fuera, en realidad, realidad. Pero cuando la atenta señorita de atención al cliente me atendió y oyó mi lerda pregunta... soltó literalmente, entre carcajadas...: "¡madre mía, había llamado mucha gente preguntando esa tontería, pero ninguno en los últimos 2 años!". Es decir, que además de tonto, me estaba llamando lento. Pero ni siquiera después de aquella frustrante humillación fui capaz de perder la inercia de guardarme siempre la puñetera chapita en el bolsillito, para después alimentar mi absurdo montoncito... hasta el día de hoy, en que ya no me atrevo ni a contar cuántas tengo. Por eso hoy pido que alguien me ayude. Ya doy por imposible desengancharme de guardar chapas al más puro estilo síndrome de Diógenes, pero por favor, que alguien me diga al menos qué puedo hacer con ellas... y así no sentirme tan absurdo. Será bienvenida cualquier cosa que podáis hacer por mí... menos darme la chapa. Bueno, ni la lata. :)

1 comentario:

Anónimo dijo...

dios que bueno!!! te has planteado ir al club de la comedia???
por cierto podrías ampliar la sección de anécdotas tío, que seguro que tu blog anda bien de capacidad....seguro que tiene la MÁXXXXXIIIIIIMMMAAAAA!!!!!.... jejejeje